Los comunistas cubanos no quieren resolver el problema de la falta de alimentos
Elías Amor Bravo economista
La jornada de trabajo este sábado pasado del II pleno del comité central del partido comunista en el palacio de convenciones de La Habana, ha dejado algunas píldoras que no tienen desperdicio sobre la forma que los dirigentes del partido único abordan los problemas económicos que existen en Cuba. En concreto, la falta de comida.
Para que nadie pueda decir lo contrario, los comunistas dedicaron parte del cónclave a hablar de la actual situación económica. No es para menos. Con ello confirman su preocupación por un escenario que puede acabar de la forma que menos se espera. Y además, desde el octavo congreso del pasado mes de mayo, la situación económica ha ido a peor, y ello como consecuencia de decisiones erróneas, adoptadas en dicho congreso. Verbigracia, la Tarea ordenamiento, que ya debió ser paralizada en aquel momento.
Los comunistas cubanos, sin embargo, se dedican a realizar una valoración más cuantitativa que cualitativa de lo que hacen, y así, Morales Ojeda se encargó de presentar como un éxito que en las reuniones celebradas desde mayo, de 64 acuerdos se han cumplido 39. Todo ello, para lograr “justicia social, la unidad del pueblo entorno al Partido y la defensa del país, que permita dar continuidad a la revolución”. A lo mejor se lo cree.
Desde esta perspectiva, el cónclave se dedicó a analizar los problemas políticos, ideológicos, económicos y sociales que “influyen en el bienestar del pueblo y en el clima sociopolítico de la nación”. Estos análisis se centraron, dice Granma “en los aseguramientos políticos a sectores y tareas de importancia estratégica para el desarrollo económico y social del país, entre las cuales destacó el Plan de medidas para enfrentar la situación actual; la Tarea Ordenamiento y sus implicaciones; así como la necesidad de elevar la capacidad del sistema empresarial para dar respuesta a las demandas de la economía”.
Y a partir de este enfoque genérico, de quién mucho abarca pero poco aprieta realmente, los comunistas abordaron el análisis de la implementación de las 63 medidas aprobadas para potenciar la producción de alimentos y su comercialización. Unas medidas que al parecer no han dado los resultados esperados porque siguen faltando alimentos.
A la hora de explicar por qué no funcionan las decisiones del partido que traslada el régimen en su accionar, los comunistas nunca reconocen su responsabilidad, que en este caso está bien demostrada. Por el contrario, suelen culpar a otros del fracaso, y así, de forma sorprendente, concluyeron que la razón principal es “fundamentalmente el desconocimiento y demora en la implementación de las políticas aprobadas en las estructuras de base; la existencia de trabas y lentitud en los procesos de implementación de las medidas para potenciar la producción de alimentos; lograr condiciones similares para los actores económicos; y dar una mayor atención a los jóvenes, escucharlos e involucrarlos en todas las tareas económicas, sociales y de impacto”. La culpa es de los otros. No hay más que hablar.
Es decir, que si no se producen suficientes alimentos para el pueblo, es porque no se saca el máximo provecho a las potencialidades que existen para ello en numerosos lugares de país. Han llegado a identificar el origen del problema, pero no ocurre lo mismo con la solución que se tiene que adoptar. ¿Quién tiene que sacar el máximo provecho, y sobre todo, por qué no lo saca?
Es fácil ver cómo los comunistas se pierden sin remedio por las ramas, cuando se analizan las intervenciones de los delegados con relación a este tema. Intervenciones que pusieron especial atención en el problema del abasto de agua para las actividades agropecuarias, donde los pasos que se han dado en este sentido aún son insuficientes. ¿Es que los comunistas no han tenido tiempo más que suficiente en 62 años para resolver los problemas del riego? ¿Cómo se producía antes y cómo ahora? ¿Es el riego lo que frena las potencialidades desaprovechadas?
Puede ser, pero es una escapatoria para no citar el problema principal. Si no hay agua o electricidad en estos momentos, hay que preguntarse por qué ocurre, y pensar que no hace muchos años, esta situación no se presentaba, o al menos, no con los tintes dramáticos actuales. Si no se logran los rendimientos planificados en caña, tabaco o arroz, que son productos que los cubanos llevan sacando del surco varios centenares de años, algo no funciona. Y, desde luego, no es el agua de abasto.
Los comunistas citaron también responsabilidades en “problemas organizativos en las empresas y problemas objetivos que hemos analizado” sin citar cuáles, así como dificultades con la “fuerza productiva” que impiden dar un uso adecuado a los suelos. En vez de reconocer el verdadero origen del fracaso, que tiene mucho que ver con el marco jurídico de los derechos de propiedad, los comunistas lanzaron el mensaje de que para producir más alimentos en Cuba “necesitamos un compromiso muy grande de la agricultura para lograr que la población se sienta satisfecha con los resultados”. Pérdida de tiempo. La gente ya perdió cualquier esperanza en una solución para la agricultura dentro del sistema vigente. El pasado 11-J la gente decía “Libertad” y “No al comunismo”.
Inasequibles a cualquier planteamiento racional, hasta el ministro de agricultura dio su propia versión, insistiendo en la necesidad de “preparar más a los trabajadores en la ciencia para obtener mejores resultados”. Los campesinos dedicados a la ciencia. Bien está, ¿y a quién le corresponde realizar esa capacitación en un estado centralizado y que interviene con plenos poderes en toda la economía?
Los comunistas también atribuyeron el fracaso en la agricultura cubana al "desconocimiento por parte de los trabajadores y productores de la totalidad de las 63 medidas aprobadas", lo que de forma explícita es el reconocimiento de un fracaso todavía mayor, que ningún sindicato representativo de trabajadores debería aceptar y proceder a cuestionar públicamente si realmente defiende a sus intereses.
Porque asumir que las medidas se desconocen, es aceptar que el fracaso viene a reflejar que, las medidas salen de un contexto ajeno a la realidad socio productiva cubana. Si, como dijo el ministro comunista, “se requiere de un intercambio constante con los agricultores para que entiendan en qué consisten las medidas”, resulta evidente que estas medidas no se han obtenido a partir de las demandas de los productores, sino que son una imposición despótica del régimen que, para muchos productores, ni merecen atención, porque no son lo que se necesita. Tal vez por ello no dan resultados, ni los darán.
Lograr el incremento de las producciones no es fácil si no se corrigen las trabas y obstáculos que impiden a los agricultores sentir que el trabajo que realizan tiene más sentido que una retribución que se cobra tarde o mal. Se insiste en que no es un problema informativo, ni organizativo, ni de cuadros, ni de falta de formación o de agua y electricidad. No es eso. Los comunistas se van por las ramas sin querer recordar aquella frase que un agricultor le espetó a Díaz Canel en una de sus visitas por las tierras de Mayabeque, “Quiero más tierra, y quiero que sea mía”.
Sin responder a esa demanda, no se podrán aprovechar las potencialidades que tiene el sector agropecuario cubano, que ya no tiene bastante con la gestión privada, sino que aspira a ser propietario de los medios de producción. Ese es el camino que hay que transitar aunque los comunistas no lo hagan. La responsabilidad es exclusivamente de los comunistas. El pluralismo político en Cuba es más necesario hoy que nunca.
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