No habrá inversión extranjera para el sector privado en Cuba

Elías Amor Bravo economista

En los últimos días, asistimos a un torrente de medidas por parte del régimen cubano para sacar a la economía de la Isla del círculo vicioso en que ha sido encerrada por el modelo económico comunista que las autoridades se empeñan tozudamente en aplicar. 

Y de todo el batiburrillo ministerial de propuestas, algunas hilarantes como la recuperación de las “microbrigadas” o la “presencialidad” que recuerdan a los viejos tiempos revolucionarios, las relativas a la inversión extranjera en Cuba no cabe duda han sido las que han recibido mayor atención. En algunos casos, dando lugar a confusiones indeseables. 

El responsable de este lío ha sido el ministro de comercio exterior y la inversión extranjera, Rodrigo Malmierca, que informó en la Asamblea nacional de la actividad de su departamento, concretada en la negociación de 57 proyectos con capital extranjero en sectores priorizados de la economía, valorados en casi 5.000 millones de dólares, todos ellos todavía sin fecha de materialización.

Malmierca, inasequible al desaliento, y al hecho constatado que la aplicación de la Ley 118 de inversión extranjera desde 2014 ha sido un rotundo fracaso, dijo a los diputados que “si se trabaja bien y se pone empeño, tenemos condiciones para atraer más capital extranjero a pesar de las dificultades existentes”, con menos convicción de lo que realmente dicen estas palabras.

Dificultades que, en línea con la argumentación oficial del régimen, se encuentran, cómo no, en el bloqueo, pero también, y aquí viene lo interesante, en lo que Malmierca denominó “trabas que dependen de nosotros, entre ellas las demoras en los trámites y la falta de preparación en los grupos negociadores”.

Realmente, si esos fueran los obstáculos para el desarrollo de la inversión extranjera en Cuba se podría tener alguna esperanza, pero cuando se compara la experiencia cubana desde 2014 con la de, digamos República Dominicana, se puede entender por qué el capital extranjero da la espalda a Malmierca y, sin embargo, hace cola para poder entrar en la vecina isla caribeña. 

Y es que intentar atraer inversiones solo con una Ley es una pérdida de tiempo. Antes hay que preocuparse por lo que los comunistas no saben hacer, que no es otra cosa que crear un entorno favorable para la prosperidad de los negocios, para que la gente consiga aumentar su  nivel de vida y que las empresas funcionen con libertad. En Cuba eso, simplemente, es imposible, y por ello, ni ley ni trabas, la inversión extranjera pasa de largo.

Pero Malmierca sabe cómo atrapar la atención y por eso, tras medio reconocer que la gestión de su departamento deja mucho que desear ( al cierre del pasado año, en Cuba se habían aprobado desde 2014, 285 negocios, 49 ubicados en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, y 29 reinversiones) anunció que “se estudian unos siete proyectos de inversión extranjera vinculados con formas de gestión no estatal, y se analiza la pertinencia de aprobar negocios en el comercio interior”.

Los diputados de la Asamblea, que en ese momento dormitaban plácidamente, sintieron una pequeña convulsión. Algunos incluso echaron mano de sus móviles para decir que Malmierca estaba pensando en autorizar la inversión extranjera al sector privado. La gente no se lo podía creer.

Así que cuando el ministro cambió de tercio, y empezó a hablar de las virtudes de la ventanilla única digital y de las medidas para atraer el capital extranjero a nivel municipal, el interés de todo el mundo estaba en esa mención a la posible entrada de inversiones extranjeras en los negocios privados algo que, hasta el momento, había estado proscrito. Todo el mundo quería más información, pero los diputados de la Asamblea rara vez molestan a los altos dirigentes del régimen, así que lo mejor sería esperar.

Poco a poco comenzó a correr de móvil en móvil el titular resumen de Granma de la noticia “Hay posibilidades de atraer más capital extranjero”. Si, pero cómo se traduciría en la realidad esa idea, a la vista de la experiencia desde 2014. Parecía evidente que Malmierca proponía una actualización de la política para la atracción de la inversión extranjera en Cuba y su flexibilización en pro de más beneficios, así como de las acciones que se realizan para incentivar y perfeccionar este mecanismo, pero, ¿había realmente una voluntad de abrir el capital extranjero al sector privado?

Malmierca había dicho que las reformas que se iban a introducir, en ningún caso, supondrían  que “no se podría violar el carácter socialista de nuestro gobierno”, pero alguien vio que la cartera de oportunidades para la inversión extranjera había incluido, entre otras opciones, proyectos pequeños y otros 60 que surgieron desde los territorios. Ya no eran los grandes proyectos faraónicos millonarios que solían espantar a los inversores extranjeros por la movilización de recursos financieros exigidos. 

Pero hasta ahí, nada más. La cita inmediata sería la 38 Feria Internacional de La Habana (Fihav-2022) a celebrar en noviembre. Al parecer alguien dijo que allí se estaban preparando “proyectos de carácter excepcional y para lo cual se tendrán en cuenta los ejes estratégicos del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030”.

Y leyendo la noticia, alguien dijo que lo habían encontrado. La nota de Granma decía “el ministro señaló que otra flexibilidad de la política es la posibilidad de que las más de 4.000 formas de gestión no estatal puedan trabajar con la inversión extranjera, de acuerdo con lo estipulado en la Ley”. Ya está. Esta es la clave de la autorización de la entrada de capital internacional en el sector privado, pero conviene leer con detalle y no tener prisa. 

No es lo mismo “trabajar con la inversión extranjera” lo que no se sabe bien qué es, que recibir capital extranjero en el capital y ofrecer una participación en el mismo, por cierto, que en ningún momento se habla de ello. Se trata de cosas muy distintas, y hasta que no se perfile la propuesta, hay que entender la primera versión "trabajar con la inversión extranjera". Y eso, no es nada.

Luego están las barrabasadas que no vienen a cuento. Si Malmierca pretende que haya inversión extranjera en el sector minorista, lo primero que se tiene que lograr, y esto parece casi imposible en la economía cubana, es que hayan productos para ser vendidos y comprados y también capacidad adquisitiva para ello, y no parece que estos dos parámetros se encuentren actualmente en la realidad del comercio y la circulación mercantil minorista de la economía cubana.

Poco a poco los ánimos de la gente se fueron calmando. Nadie debe esperar cambio alguno en la política de inversiones extranjeras porque en la naturaleza del régimen comunista está el control absoluto de la economía e impedir la acumulación y prosperidad de negocios privados. No habrá inversión extranjera en el sector privado, al menos con la constitución comunista de 2019 en vigor. Las alarmas se apagaron. Es muy difícil salir del círculo vicioso de la economía cubana.

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