“Cuba, mi amor” canción triste de Moscú

Elías Amor Bravo economista

Si alguien esperaba algo más de la visita a Rusia, se ha quedado con las ganas. No cabe duda, había expectación por conocer el pago a Díaz Canel por los servicios prestados en el apoyo internacional a Rusia y la guerra de Ucrania, pero nos hemos quedado esperando. Los analistas y observadores del viaje de Díaz Canel a Moscú se imaginaban algo distinto a lo ocurrido. El último día en la capital rusa volvió a ser más de lo mismo. Fue el momento en que se inmortalizó gratis para siempre la fotografía que confirma el apoyo de Díaz Canel al belicoso Putin, y la inauguración de la estatua de Fidel Castro, pero hubo mucho más ruido, aunque también pocas nueces. Ninguna.

En todos los discursos, y en la reunión entre los dos dirigentes, que se extendió al parecer durante dos horas, se habló de todo menos de dinero y ayuda económica. Que si “voluntad común de fortalecer las relaciones entre Cuba y Rusia”, de “ambiciones imperialistas”, de la “necesidad de defender la multipolaridad” y de una supuesta admiración de Díaz Canel por “los profundos análisis de la historia que realiza Putin”, pero lo cierto es que aún se espera la materialización de toda esta cháchara. Pocos viajes de mandatarios internacionales han tenido resultados tan decepcionantes como este. Alguien debería aprender de la lección.

Tan solo habló Putin de pasada, de la realización de la XIX sesión de la comisión intergubernamental y un supuesto plan de cooperación que existe entre los dos gobiernos hasta el año 2030, pero sin más profundidad ni concreción. Se supone que será Cabrisas quien se quedó con la llave de la caja fuerte. Pero Rusia no va a ser el próximo financiero que busca Díaz Canel para sostener la economía cubana. Eso ha quedado claro.

Y fue entonces que llegó lo que todo el mundo esperaba. Putin agradeció públicamente a Díaz Canel el apoyo a la causa rusa a nivel internacional, como no podría ser de otro modo, guerra de Ucrania incluida. El régimen comunista cubano quedaba marcado para la historia, por obra y gracia de Díaz Canel, como cómplice de un conflicto bélico que provoca el rechazo de todos los países del mundo.

Y Putin justificó dicho apoyo recibido de Cuba, haciendo referencia expresa a Fidel Castro, al que dedicó una estatua, en un acto ridículo y frío, no solo por la temperatura ambiente, en que soldados rusos interpretaron una especie de baile histriónico ante la figura del dictador comunista cubano en Moscú en una plaza que lleva el nombre de Castro. Díaz Canel inaugurando estatuas con Putin a alguien que siempre dijo que no gustaba ser inmortalizado de esta guisa.

Después, y para acabar de provocar el rechazo en las cancillerías occidentales, Díaz Canel habló de “afectos y saludo fraterno a Rusia y Putin de Raúl Castro”, al que veladamente responsabilizó de las consecuencias de esta relación complicada con Putin y Rusia en un momento difícil, que tienen su origen, según Díaz Canel en el mismo enemigo, el imperio yanqui, retomando de nuevo una imposible doctrina de guerra fría, ajena a la realidad del mundo en 2022.

Ante Putin, Díaz Canel se presentó como un superviviente de los bloqueos, sanciones y embargos, algo que solo está en su análisis político oportunista y negado a aceptar la realidad, y desde ese erróneo reconocimiento, declaró que su régimen está en condiciones de defender “la posición de la Federación de Rusia en el conflicto, que entendemos ha sido creado y tiene su origen, lamentablemente, manipulado por el Gobierno de los Estados Unidos ante la opinión pública internacional”. La posición no puede ser más clara. Y después de decir esto, quiere que Estados Unidos normalice las relaciones con Cuba.

Nunca antes un país había conseguido el apoyo de otro en un momento tan difícil y de forma tan barata, prácticamente gratis. Si, Rusia se ha salido con la suya. Mete a Cuba en el saco de sus aliados y la hunde en la miseria, porque cuando acaba la guerra de Ucrania le pasarán las cuentas. Además, el discurso político de Putin no tuvo en ningún momento referencia a los asuntos económicos. 

Se tiene la sensación de que la delegación cubana no colmó sus aspiraciones en este viaje, teniendo en cuenta que Díaz Canel dijo, casi al final de su discurso, “creo que podemos intensificar nuestras conversaciones, nuestros intercambios sobre temas globales, sobre los temas bilaterales”. Y de nuevo, en cuanto tuvo oportunidad, Díaz Canel volvió a lo mismo: “Rusia sabe que podrá seguir contando con Cuba”.

Y tras los fastos, llegó el final de la visita, con un encuentro en el consejo de la Asamblea Federal de Rusia con su presidenta, Ivanovna Matvienko, en la sede de la Cámara Alta del Parlamento ruso, tras el que inauguraron la exposición itinerante «¡Oh, Habana! Tránsito…», con obras de varios artistas rusos dedicadas a momentos de la historia, la cultura y las tradiciones cubanas.

Al final de la jornada Díaz Canel volvió a aletear la cuestión religiosa, como hizo en la mezquita de Argel, y celebró una reunión con Kirill, Patriarca de Moscú y de Rusia, en el Monasterio Danilov, sede de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Allí transmitió a su interlocutor un fuerte y caluroso saludo de Raúl Castro y el eterno agradecimiento “por la propuesta que usted hizo para que fuera en Cuba el histórico encuentro con el Papa Francisco, en febrero de 2016”.  Lo más controvertido llegó cuando introdujo, de forma inexplicable, el argumento político y agradeció al patriarca la posición contraria al bloqueo de la Iglesia Ortodoxa Rusa para describir de nuevo las sanciones que sufre Cuba de Estados Unidos, situándolas en el mismo plano que las de Putin.

Kirill hizo otro tanto, y reconoció con satisfacción la reanudación del diálogo político entre Rusia y Cuba, y entre los dos mandatarios, luego de los tiempos difíciles vividos en la década de los 90 para coincidir con Díaz Canel en la valoración de la actual situación de Rusia con la que vive Cuba. Rara ocasión en que la religión tomando partido por ideas políticas.

Y a las tres de la mañana llegó Díaz Canel a Turquía, tercer país de la gira, de nuevo a una hora intempestiva que hizo que la comitiva se fuera a dormir.

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