¡Sorpresa!: Cabrisas surge como protagonista en Moscú

Elías Amor Bravo economista 

Parte de la comitiva de Díaz Canel en su periplo por Moscú, al bajar del avión y notar el aire gélido que les recibió, pensó que lo mejor habría sido quedarse en La Habana. De las arenas cálidas del desierto argelino al frío Moscú, el salto de 5 horas de vuelo directo, se hace complicado. Esto fue lo que se encontró la delegación comunista cubana al llegar a la capital rusa, en la noche del sábado: frío y solo frío.

De modo que Díaz Canel y Liz Cuesta, la primera dama aunque él no lo quiera reconocer, lo primero que hicieron fue sacar los lujosos abrigos de alpaca y las bufandas de cachemira que no se consiguen en las tiendas en MLC de La Habana, y aparecieron como unos ridículos viajeros tropicales enfrentados a una ola polar que todo lo congelaba. Solo faltaban los gorros, que saldrán.

Pasadas las 9 y 30 de la noche del sábado, después de haber disfrutado en Argel la mañana y tarde de ese día de asueto, dejaba pocas que hacer, por lo que ir a dormir fue la primera actividad de la delegación en Moscú. 

Al descender del avión para saludar a las autoridades de perfil bajo que fueron a recibirlos a esas intempestivas horas al aeropuerto (el viceministro de exteriores es nadie), Díaz Canel tuvo duda al pensar si estaba justificado este tercer viaje que realizaba a la capital de su principal socio, Putin. Porque en ocasiones anteriores, 2018 y 2019, no se había encontrado con este frío tan intenso, pero además, la situación de Rusia era bien diferente: ahora se encuentra involucrada en una guerra odiosa que tiene todo el rechazo de la comunidad internacional. Mal asunto.

Cierto que los himnos, la alfombra roja y la guardia de honor fue lo poco que recordaba el carácter institucional de la visita, frío y distante, que llegará hasta el próximo 22.

Y aquí llegó la primera sorpresa de este periplo moscovita, porque ni Díaz Canel ni nadie de su amplia comitiva ministerial habían participado en una especie de comisión intergubernamental, celebrada el viernes, cuyo objetivo fue cocinar los acuerdos de colaboración en materia económico-social y científico-técnica entre Cuba y Rusia. Básicamente la cooperación bilateral y los proyectos conjuntos entre ambos países asociados a la energía.

Los rusos se habían reunido con el único dirigente cubano que despierta alguna simpatía en ese país, el viceprimer ministro cubano, Ricardo Cabrisas, desaparecido de la primera línea política pero que conserva sus influencias internas y externas de los viejos tiempos soviéticos y que con su homólogo Dmitri Chernishenko cerraron los asuntos que la delegación de Díaz Canel se va a encontrar para la firma, como la expansión de la cooperación comercial, económica, crediticia, financiera y bancaria, la implementación de proyectos prioritarios en industria, ciencia y digitalización, transporte, cultura y deporte y la salud, así como las tecnologías de la información y la comunicación.

Cabrisas y Chernishenko cerraron la agenda de trabajo de la delegación de Díaz Canel en la Federación de Rusia con un encuentro oficial con Putin; intercambios con la misión diplomática cubana en el país; y lo que la prensa estatal denomina “espacios para el homenaje a la historia de ambas naciones”. Entonces, ¿para qué viene el dirigente comunista cubano a Moscú si ya está toda la sardina vendida?

La irrupción de Cabrisas en esta historia no debe llamar la atención a nadie. Es un viejo zorro que ha sabido superar los tiempos más difíciles y que tiene poder e información para conservar parcelas de poder. Y lo ha mostrado al ser el artífice de esta reunión entre Rusia y Cuba. Cabrisas sería feliz de que volvieran los viejos tiempos de los soviets, pero no tiene inconveniente de funcionar con la Rusia de los megamillonarios.

Cabrisas ha trabajado de forma discreta para conservar la relación entre los dos países a prueba del paso del tiempo y, sobre todo, de las bombas en guerras aniquiladoras como la de Ucrania. Si Díaz Canel es recibido en Rusia por Putin, nadie debe tener la menor duda que Cabrisas está detrás de esa operación. Incluso como hace la prensa estatal para describir los hitos históricos que definen la vinculación comunista y soviética desde los primeros tiempos de la revolución, algo que en aquellos momentos, Fidel Castro negaba una y otra vez.

El problema es que Rusia se encuentra aislada a nivel internacional y ha conseguido el rechazo absoluto de la comunidad de naciones por la cruenta guerra de Putin en Ucrania, y tratar de exhibir excelentes relaciones políticas entre los dos países en este momento, por mucho que se justifiquen por la historia y la herencia recibida, puede crear problemas, sobre todo si luego Cuba quiere recibir apoyo o ayuda de países que no están del lado de Rusia en este conflicto, y les repugnan los ademanes de Putin. 

Es decir, elegir bien el socio es complicado en estos momentos porque, salvo que se obtenga algo muy valioso, la relación Rusia y Cuba huele mal, muy mal. Díaz Canel viene a Rusia para retratarse con Putin y dar las gracias en un momento muy complicado. Y luego, le harán algún regalo para avanzar en proyectos económico-comerciales, principalmente en las esferas de la energía, la metalurgia, el transporte y la biotecnología, pero esto, hay que tenerlo en cuenta, ya lo consiguió Cabrisas. En realidad, Díaz Canel viene a hacerse la foto con Putin cuando Rusia sufre un bloqueo internacional por su acción despiadada en Ucrania, es un punto de partida difícil de explicar y justificar. Y quedará para la posteridad y para mayor escarnio.

Dicho de otro modo, muy complicado va a tener el canciller cubano explicar que la historia de cooperación y amistad que existe entre ambas naciones justifica este viaje y la firma de cualquier tipo de acuerdos entre los dos países. Rodríguez va a soportar llamadas de embajadores que le trasladarán la posición crítica de sus gobiernos respectivos, y acentuarán la sensación de soledad que el régimen comunista cubano busca de forma continua.

En el fondo, esta presencia cubana en Rusia puede estar buscando esa crítica internacional que probablemente no llegará de forma explícita, porque las naciones democráticas con Estados Unidos a la cabeza, dan al régimen de La Habana como caso perdido, un ejemplo de sin razones, que trata de camuflar sus posiciones para evitar ser desplazado del poder. En estas condiciones, aun cuando es políticamente repugnante, este viaje a Rusia no debe recibir ni una sola mención internacional de irresponsabilidad, el sólo se descalifica.

Así que dejaremos a Díaz Canel dormir y cuando se publiquen los acuerdos económicos de la visita a Rusia volveremos a dejar el comentario en este blog.

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