Cuba no está sola, pero sigue sin dinero
Elías Amor Bravo economista
Balance final de la gira presidencial: dije Díaz Canel, “Cuba no está sola”. Bien, puede que tenga razón, pero debería añadir, “Cuba sigue sin dinero”. Y esta podría ser la conclusión más importante del periplo por cuatro naciones amigas, que comenzó siendo un viaje para obtener financiación urgente y acabó siendo cualquier cosa, menos eso.
Díaz Canel puede declarar toda la felicidad que le embarga por la acogida recibida por su visita, “por las conversaciones personales con los presidentes y los encuentros, que fueron también de relaciones de amistad”, pero el problema concreto se llama divisas, dinero contante y sonante para pagar la cuenta del mes, y de eso, realmente, hubo poco. Muy poco.
Es lo mismo que intentar justificar que “la sensibilidad por los problemas, el reconocimiento al pueblo y la disposición para apoyar a Cuba, en argelinos, turcos, rusos y chinos, demostró que la Isla no está sola”.
Insisto. No está sola, pero no tiene dinero. Las arcas del estado están vacías, y la baja productividad del sistema económico impide recaudar más, so pena de destruir el poco tejido productivo que sobrevive. Los donativos de los chinos apenas cubren medio mes de necesidades urgentes, y para poner en marcha tanto proyecto de inversión, el estado comunista carece de competencias, recursos y financiación.
De la experiencia anterior, lo más probable es que no se haga nada, si se mantiene el diseño ideológico y político del estado. Enfrentando tantas adversidades, y patentando términos que causan risa, como el de resistencia creativa, Díaz Canel se enroca en las peores posiciones para afrontar los retos que tiene delante.
Un buen ejemplo es calificar la visita de “necesaria y oportuna”, cuando muchos de los acuerdos se podrían haber alcanzado por videoconferencia desde La Habana y con el concurso de los diplomáticos nacionales en esos países.
Irse de viaje por cuatro países, cuando los cubanos apenas tienen para llegar al día 10 de cada mes, es una bofetada a la sociedad y un despropósito que aleja más a Díaz Canel y su sanedrín de las prioridades sociales. Por eso, ahora no sirve que reconozca que “en un primer momento, no queríamos estar fuera del país porque hay muchas tareas complejas que abordar en estos tiempos”.
Para luego, señalar que “cuando se asumen responsabilidades, se tiene que cumplir con la política exterior como prioridad del país, del partido y del gobierno”. Es extraño que con los resultados que obtiene Cuba en las votaciones de Naciones Unidas, haya que aplicarse a estos viajes internacionales.
Además, cuando dice que el plan de desarrollo de Cuba 2030 depende de los proyectos de colaboración con los cuatro países de la gira, dice a los cubanos que, con su esfuerzo, talento y compromiso no se va a ningún sitio. De ahí a contratar indios para la construcción de los modernos hoteles habaneros, hay solo un pequeño paso ridículo.
Y mientras que se cocinan nuevos acuerdos con Estados Unidos a la sombra, lo que es poco profesional y dice muy poco de la diplomacia de aquel país (la cubana ya la conocemos y gusta de esos planes) Díaz Canel se desvive, culpando a “la estrategia imperial contra nuestro país” de todos los problemas, sin un ápice de responsabilidad propia.
Ante los ojos del mundo, actuó como un comercial de segundo nivel, y obtuvo algunos contratos para la industria biofarmacéutica, mejorar las relaciones políticas, sobre todo con Putin, necesitado de que le laven la imagen de criminal de guerra y de Rusia como estado terrorista para la Unión Europea, no parece que haya sido uno de los resultados del viaje. Aunque también China percibió esa necesidad, ante la grave crisis económica y social que afronta Jinping.
También consiguió la restructurar la deuda para obtener facilidades de pago, y ya se sabe qué consecuencias tiene ello: aumento de la deuda. Después volvió a decir que “Cuba tiene la voluntad, la disposición y el deber de honrar las deudas que tiene con otros países y, a partir de ahí, se vuelve a dar continuidad a un grupo de proyectos, y se amplían, renuevan y nacen otros que hace falta desarrollar en el país”. Falso. La realidad es que al Club de París no les pagan desde el segundo semestre de 2019. Un caos.
Luego habló de migajas, como el suministro de combustible o una planta eléctrica de fuentes renovables cuya viabilidad está comprometida. Respecto a la producción de alimentos citó proyectos de desarrollo de producción conjunta en Cuba, para que exista un mejor abastecimiento a la población. Pero sin alimentos, sin oferta de productos agropecuarios, nada de eso se podrá conseguir.
También habló de proyectos en turismo, biotecnología y salud pública, con empresas extranjeras que ya tienen el mercado y reconocen a los científicos cubanos. Un indicador de que en Cuba en vez de subastas internacionales transparentes y competitivas, se practica un capitalismo comunista de amiguetes, cuyos resultados son bien conocidos.
También citó proyectos en la industria manufacturera, el comercio interior, mayorista como minorista, en el transporte y en el intercambio en la educación superior, la cultura y el deporte. Es decir, la gestión de todo este aparato se puede complicar, y mucho.
Además, destacó el restablecimiento de los mecanismos de seguimiento de la agenda económica bilateral, en unos por comisión intergubernamental, y en otros por consejos ministeriales, que se ratifican y tienen fecha de próximas sesiones. Burocracia política al servicio del poder.
Y, por último, una incógnita, como la creación de una infraestructura bancaria financiera robusta, que permita el intercambio directo con esos países, “para evadir las sanciones y las medidas de restricción del gobierno de Estados Unidos, como parte del bloqueo”.
Conclusión, Díaz Canel descubrió que no hay relevo para lo que fueron la URSS y Venezuela, como agentes de financiación de las banderías del régimen comunista cubano, y que, a partir de ahora, tendrá que ganarse los garbanzos, trabajando. Gran problema para quien desconoce qué es eso. Básicamente, porque nunca le enseñaron. Los dirigentes que le precedieron le mostraron un futuro en el que el hombre nuevo, a imagen de un asesino llamado Che Guevara, viviría en un universo comunista de abundancia que nunca llega. Y Díaz Canel se lo creyó, y como él mucha gente, que ahora despiertan a la realidad y se dan cuenta de que han tirado sus vidas por la fosa.
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