Apagones, y ahora... el agua

Elías Amor Bravo economista

El ánimo de los cubanos está por los suelos. Ya no solo es que falte electricidad, gasolina o alimentos, es que incluso en extensas zonas de la capital y del territorio oriental de la Isla, escasea el agua. Algo tan simple en cualquier país del mundo, como abrir la llave y que salga el líquido elemento, en Cuba también falla, y por ello, amplios sectores de la población han empezado a alarmarse.

Y aquí es cuando se debe escuchar al régimen y las explicaciones que ofrecen las autoridades por la falta de agua. En contra de lo que muchos creen, no es un problema de falta del recurso ya que las fuentes se mantienen. El problema es de funcionamiento del sistema, y esto es lo que verdaderamente cuesta entender.

En todos los países, los suministros de servicios básicos a la población, como la electricidad, gas o agua, recaen en empresas que gozan cierto poder de monopolio amparadas por las contratas estatales. Esto supone que en estas empresas se paguen los salarios más elevados, la contratación de empleo sea importante y se apueste por profesionales cualificados.

Pero en Cuba, el suministro de agua también falla y lo hace de dos formas, al menos en La Habana, por pérdida de fuerza o por ausencia del líquido elemento. En ambos casos, se crean serios problemas para la población. La situación en determinadas zonas de Centro Habana es crítica y el agua llega a las viviendas durante pocas horas, con unos cortes inesperados y lo que es peor, sin explicaciones. Los cortes se han ido extendiendo a otras zonas, e incluso ya llegan a Boyeros. Esto en una época en que aumenta el calor significa más quejas de una población que ya no sabe qué hacer.

Cuando las autoridades tratan de explicar este problema, en la medida que no pueden culpar al embargo o bloqueo de lo que ocurre, suelen ir directamente al grano. En primer lugar, la obsolescencia y deterioro de los equipamientos. Segundo, la imposibilidad de importar piezas y accesorios porque no hay financiación para hacerlo. Y tercero, los fallos eléctricos provocados por rayos que queman o deterioran los equipos. Y con este argumento, se quedan tan tranquilos y, a verlas venir.

El equipamiento de bombeo se encuentra envejecido y obsoleto porque tiene una edad media superior a los 50 años y las reparaciones son parches que acaban volviendo a romperse. La renovación es urgente y necesaria, pero no llega. Lo mismo que con el sistema eléctrico.

La imposibilidad de importar insumos al país para renovar los equipos se debe a la falta de recursos financieros que Cuba no obtiene en los mercados internacionales por no pagar sus deudas.

Y cuando se tienen que reparar los equipos, lo que suele ocurrir con bastante frecuencia por las roturas, hay que paralizar la producción del servicio, lo que deja de bombear y suministrar el agua. Y ello sin tener en cuenta la ineficiencia con que operan los equipamientos, con un consumo muy elevado de electricidad que dispara el coste del servicio.

Por donde quiera que se mire, el escenario es grotesco y lleva a los mismos resultados que en otros servicios básicos. El caso es que el suministro de agua se ha ido reduciendo en los últimos meses porque faltan recursos y los pocos disponibles no dan abasto para atender los graves problemas y deficiencias observados. Equipos que no funcionan coinciden con otros que lo hacen mal o de forma ineficiente, impidiendo extraer el agua necesaria. Los problemas se presentan en todas las zonas, en unas más que en otras, sobre todo cuando se producen déficits en la extracción, que suele ser lo habitual. Y ello a pesar del enorme esfuerzo humano por resolver los problemas, lo mismo que ocurre con la electricidad. No hay solución real para los problemas.

Y frente a ello, el régimen dice que hay un plan hidráulico nacional que contempla sobre todo las dificultades de suministro que existen en la zona oriental. Porque si en La Habana falta el agua, en el oriente de la Isla la situación es incluso peor. El hecho de que todas las inversiones que se tengan que realizar procedan de los presupuestos del estado no solo dificulta la realización de los proyectos, sino su viabilidad, sobre todo desde la aprobación de la Ley de inversiones de 2014 que exige que cualquier proyecto esté orientado a generar exportaciones. La prioridad a las inversiones hidráulicas en las zonas turísticas tiene mucho que ver con ello.

No obstante, la falta de recursos es alarmante. El régimen ante esta situación ha intentado buscar inversiones extranjeras con escaso éxito. Y la fórmula del 1% de los gobiernos territoriales solo ha servido para atender las necesidades de mantenimiento. No hay dinero y ello planea sobre las plantas de extracción y bombeo acentuando su debilidad estructural.

La solución llega, como siempre, del racionamiento. Con la intervención del partido comunista en los poderes locales, desde el régimen se redistribuyen los escasos recursos, se emplean los odiados camiones cisterna y se extiende el ciclo hasta un tercer día, en un intento de paliar situaciones escasez. Los objetivos no se cumplen y el modelo se tensa. Por ello, ni se aumenta el servicio, ni el horario de prestación, ni tampoco la presión, y todo ello coincide con el mantenimiento de las disponibilidades en los embalses y la falta de previsión para situaciones de sequía. El Programa Trasvase o el Programa de mejoras a la población, exhibidos como instrumentos para mejorar la situación a corto y medio plazo, no dan los resultados deseados.

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