En torno al discurso de Díaz Canel ante líderes de UE y Caribe

Elías Amor Bravo economista 

El discurso de Díaz Canel ante los líderes del Caribe y la Unión Europea no ha podido ser más desafortunado. Ni ha estado a la altura del evento, ni ha sido el más adecuado para dirigirse, desde Cuba, a una selecta representación de dirigentes reunidos en Bruselas.

Díaz Canel no ha ofrecido un plan de conciliación para pagar las deudas, ni una estrategia realista de desarrollo económico y social para Cuba, ni planes concretos para la integración internacional de la Isla y su competitividad, o el desarrollo tecnológico. Nada de eso. 

Los asesores de Díaz Canel, los plumillas que escriben sus discursos, están entrenados en ofrecer esa versión del dirigente comunista que gusta a Raúl Castro o Ramiro Valdés, porque cierra puertas e impide la entrada de oxígeno al régimen que asfixia a su población, cada vez más alarmada por la actitud de sus dirigentes.

Porque, veamos, ¿Qué buscaba Díaz Canel con su discurso en Bruselas?

Que le hicieran caso. No creo que lo consiguiera. Las banalidades de su discurso, haciendo referencia a la historia “del coloniaje, esclavitud y saqueo y por el injusto orden económico internacional actual”, no parece que sean las bases más acertadas para un entendimiento. Ni mucho menos para avanzar en el “diálogo político de alto nivel, que se debe traducir en acciones concretas en beneficio de nuestros pueblos”. La diplomacia de Bruno Rodríguez se equivocó una vez más en el enfoque y el contenido del discurso. Ese tipo de mensajes no sirven, precisamente cuando se ataca a quien invita a comer en su casa. Mal asunto.

Que su imagen de autócrata dictatorial quedase diluida. Por sus expresiones, no parece que esa fuera la intención. Díaz Canel se presentó a los dirigentes europeos y de América Latina como el máximo dirigente de un régimen político distinto a las democracias liberales. Su objetivo es que se entienda a su régimen, pero a cambio, no mueve ni un solo milímetro sus posiciones, cada vez más inasumibles y difíciles de comprender por los demócratas de todo el mundo. La urgencia de una “mirada más cooperativa y solidaria hacia el Sur, especialmente hacia el Caribe” va acompañada, según Díaz Canel, de “proyectos conjuntos en áreas de alta prioridad, como la seguridad alimentaria, el financiamiento al desarrollo, la transferencia de tecnologías, las energías renovables, la transformación digital y la investigación científica, entre otros”. El dinero para las arcas del estado y no para el sector productivo. Así cualquiera. El chantaje en las relaciones internacionales tiene poco recorrido.

Que se entienda la distancia de la Unión Europea con América Latina, y en particular, con Cuba. Eso lo comprende todo el mundo. Por supuesto, se trata de países con recursos y capacidades muy dispares, el problema es que unos aprovechan los medios y otros, en cambio, con experimentos inútiles, los despilfarran. Si Diaz Canel realmente quisiera que “las relaciones entre el Caribe y la Unión Europea aprovechen todas las potencialidades comunes existentes” habría que ponerse a trabajar en serio y dejarse de propaganda y manipulación.

Que el cambio climático amenaza al Caribe mucho más que al resto del mundo. Un argumento en que se extendió largo rato, sin duda para buscar apoyo económico, y luchar así contra las vulnerabilidades de la amenaza global del cambio climático. Incluso lanzó un SOS, “para las naciones caribeñas el enfrentamiento al cambio climático es una cuestión de supervivencia”. Bueno, quizás no sea tanto. Ciclones ha habido siempre, y en cambio, en Europa los fenómenos climáticos se han vuelto mucho más dañinos que en el pasado. No parece que este argumento del cambio climático haya servido para despertar el interés de los líderes reunidos en Bruselas.

Pero el discurso tomó otros derroteros inesperados.

Que se reparen y compensen “los terribles daños ocasionados por la esclavitud y la trata transatlántica, uno de los más tristes y vergonzosos capítulos de la historia” a los países del CARICOM, como condición necesaria para la ampliación de los vínculos entre la Unión Europea y el Caribe. Díaz Canel, como AMLO, andan buscando algo imposible, que es dar marcha atrás a la máquina del tiempo y regresar a los tiempos de Piratas del Caribe. Vergüenza deben sentir los cubanos al escuchar a quien se supone dirige los destinos de la nación, reclamar compensaciones imposibles de atender, por muy dañinos que fueran los efectos. Además, ¿Cómo se atreve Díaz Canel a exigir compensaciones de ningún tipo cuando su régimen expropió y confiscó sus derechos de propiedad, sin pago alguno, a millones de cubanos entre 1959 y 1968?

Los líderes que en este momento escuchaban a Díaz Canel su alegato histórico de las compensaciones, pudieron comprender enseguida sus referencias a la necesidad de cambiar los actuales criterios de “graduación” para recibir Ayuda Oficial al Desarrollo. Los calificó de “injustos” y de que “invisibilizan los graves efectos multidimensionales de la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad, asociados a nuestra condición de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo”.

Díaz Canel busca los fondos de la ayuda al desarrollo europeos, sin mover ficha. Manteniendo inalterado el régimen que dirige y sin pestañear. Lo extraño es que lo consiga y, además, que se permita exigir a los líderes europeos que se “revisen esas calificaciones y modifiquen de modo que reflejen adecuadamente la realidad y necesidades específicas de las naciones caribeñas”. La realidad que a él le interesa, la suya, desde luego.

Y hecho este alegato difícil de justificar a nivel político sin dar nada a cambio, Díaz Canel terminó exigiendo mayores relaciones de la Unión Europea y el Caribe para fomentar el desarrollo, la estabilidad y la paz de Haití, “sobre la base del respeto a la soberanía y a la autodeterminación de ese hermano pueblo”.

Como no podría de ser de otra forma, agradeció a las hermanas naciones del Caribe (no dijo nada de las europeas, asistentes) “por su permanente solidaridad y apoyo a Cuba en todas las tribunas internacionales, por acompañarnos en nuestro legítimo reclamo de poner fin al ilegal e injusto bloqueo impuesto a nuestro pueblo y por su firme condena a la inclusión de Cuba en la fraudulenta y unilateral lista de Estados patrocinadores del terrorismo”.

Se despidió con dos ideas contraproducentes con las que, según él, "pueden contar con Cuba": aunar esfuerzos para eliminar la enorme brecha de desigualdad que nos separa y que el Caribe y la Unión Europea pueden y deben cooperar mejor.

Y claro, Cuba sin mover ficha. Así cualquiera.

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