Atraer inversiones extranjeras al comercio: otro fracaso a la vista

Elias Amor Bravo economista

A la vista de los resultados, no parece muy arriesgado afirmar que uno de los fracasos más estrepitosos de la política económica castrista ha sido la inversión extranjera. Sin embargo, conviene recordar que cuando se aprobó la actual ley en 2014 las expectativas eran elevadas. El régimen anunciaba la intención de lograr unos 3.000 millones de dólares anuales en capital extranjero. 

En realidad, nunca se logró ese nivel en los casi diez años transcurridos. Por ejemplo, hace unos días, el ministro Gil anunciaba en la Asamblea que la inversión extranjera el pasado año fue de unos 400 millones de dólares, más o menos  la misma cifra que el director de CEPAL había comunicado a un periodista de Prensa Latina días antes.

El problema es que, visto lo visto, el régimen quiere ahora que la inversión extranjera sea una alternativa para el comercio interior. Cierto, el capital internacional había entrado en la economía cubana en los sectores más abiertos al exterior, desde que Fidel Castro lo autorizó durante el período especial, como por ejemplo, la minería o el turismo. Al margen de las prohibiciones en salud o educación y defensa, en realidad había numerosas actividades de la economía cubana que se encontraban sin recibir inversiones del exterior, tal vez por su escaso atractivo. Pues bien, parece que al régimen se le ha ocurrido que poner el comercio a disposición de los extranjeros puede ser una buena idea, y en ello están. Que lo consigan, es otra cosa bien distinta.

Por dicho motivo, el sector del comercio interior, liderado por su ministra ha empezado a construir la casa por el techo, y por ello están intentando superar las deficiencias observadas en la gestión de proyectos con inversión extranjera, que son muchas y realmente importantes. Aquí se citan, por ejemplo, los retrasos de los términos por las entidades que realizan los trámites y expiden los documentos, es decir, la burocracia; pero también, la morosidad en la actualización del dominio de inmuebles, la limitada experiencia en el desarrollo de la actividad y la incertidumbre en cuanto a la efectividad del esquema financiero aprobado. Si se observa de forma integral el problema, habrá que superar muchas trabas para lograr que el comercio atraiga al inversor extranjero. Pero este realmente no es el problema.

Y como en el castrismo se funciona a golpes de efecto, sin tener en cuenta que ese procedimiento tiene patas cortas y rara vez da buenos resultados, la ministra de comercio jnterior ha elegido para abrir al capital extranjero el comercio en dos rubros preferentes: productos alimenticios e higiene y útiles del hogar, así como la comercialización mayorista de productos de ferretería y materiales de la construcción. Se ve que el régimen quiere ir poniendo fin al negocio de las importaciones no comerciales.

Es bueno detenerse un instante para ver qué quiere hacer el régimen. Los dirigentes creen que la inversión extranjera, que es una estrategia de negocio dirigida a obtener elevadas rentabilidades en aquellos países en que se radica, puede tener algún interés en el paralizado sector comercial cubano, y en su análisis de la realidad, piensan que si no se ha alcanzado por esta vía paliar la situación del desabastecimiento en el mercado interno, es porque no se le ha dedicado la suficiente atención.

¿De verdad el castrismo piensa esto del inversor extranjero? Creer sinceramente, que el ministerio del comercio interior metido a “intermediario del capital foráneo” pueda consolidar la aprobación de los proyectos de negocios en esta actividad, y resolver las trabas que se presenten, es contemplar los hechos desde una sola perspectiva, y tal vez la más desafortunada.

Está clara la intención del régimen: atraer capital extranjero, para que mueva la economía interna, pero y aquí viene la contraparte, puede alguien pensar en que el sector comercial cubano, mayorista y minorista, pueda tener algún interés real y objetivo para grupos negociadores en la gestión de los proyectos de inversión extranjera. Es dudoso.

¿Cómo ve el capital extranjero al comercio cubano? Como lo que es. Un sector cerrado y monopólico, intervenido por el régimen, sin competencia, sin libertad de elección, dominado por instrumentos colectivistas obsoletos como la cartilla de racionamiento o la canasta normada. Un sistema basado en las colas y en "resolver", donde encontrar un producto deseado es una especie de operación aleatoria. Un mercado carente de poder adquisitivo, dividido entre dos segmentos (el que funciona en pesos y el que opera en MLC) con necesidades básicas insatisfechas y en presencia de un mercado informal a pleno auge. Con tan solo alguno de estos rasgos, ¿puede alguien pensar en un inversor extranjero potencialmente interesado en operar en la Isla?

El régimen dice que sí, y esto no deja de sorprender, y ofrecen el dato que al cierre del primer semestre de este año, el sistema del comercio interior ha recibido 43 visitas, de 15 países, con intereses de negocios en las diferentes modalidades de inversión y de comercialización. Gente dispuesta a perder su dinero en operaciones de escasa viabilidad, pero ya se sabe que el dueño de su dinero puede hacer lo que quiera con el mismo, incluso tirarlo a la basura.

El régimen pone de ejemplo de su éxito a la Empresa Mixta Gran Ferretero S.A., destinada a la comercialización mayorista de productos de ferretería y materiales de la construcción; y se señala que en proceso de implementación está el primer contrato de Asociación Económica Internacional (AEI) Faibus S.A., destinado a la comercialización mayorista en línea de productos alimenticios e higiene y útiles del hogar, que el país prevé iniciar en septiembre próximo.

La ministra parece estar contenta con estas dos operaciones y ha anunciado otras cinco empresas mixtas para la comercialización mayorista-minorista de productos varios, tres contratos de AEI para la comercialización mayorista de alimentos y dos proyectos que se desarrollarán en ambas modalidades.

Y por ello, la pregunta que conviene hacer es la siguiente. ¿Esta operación de inversión extranjera va a resolver el problema comercial en Cuba? O tal vez estamos ante otra operación de cara a la galería para conseguir puntos por parte de la ministra. ¿Tiene sentido que un país ponga su sector comercial en manos del capital extranjero acentuando su dependencia del inversor foráneo, en vez de orientar el sector a las fuerzas productivas internas?

Hay que advertir a la ministra antes de que siga, y haga un ridículo espectacular que el comercio tiene poco que ver con el turismo o la minería, y que hace falta más que voluntad política si quiere reactivar el sector. No es una cuestión de atención a los proyectos o de eliminar trabas, que siendo importante conviene dedicar la máxima atención. 

El problema es que el comercio, mayorista y minorista, podría ser resuelto por los cubanos sin necesidad de capital extranjero, como ocurrió antes de 1959 fomentando un sector privado empresarial especializado en esta actividad. No se puede continuar excluyendo a los emprendedores cubanos de los distintos sectores de la economía, por el mero hecho del apparteid económico a que los somete la constitución comunista de 2019. 

La ministra confirma públicamente la escasa confianza que tiene en sus compatriotas, e incluso, un cierto desprecio, cuando aletea como un éxito que cinco países quieran entrar en el comercio cubano. A mi se me caería la cara de vergüenza.

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