Las mipymes no son ni ángeles ni demonios, son mipymes (I)

Elías Amor Bravo economista

No cabe duda que las mipymes han pasado a tener un creciente interés para amplios sectores de la población, y desde luego, para el régimen. Y eso que llevan solo algo menos de dos años. Un artículo en Cubadebate titulado “Ángeles o demonios: Diez preguntas necesarias sobre las mipymes en Cuba” aborda algunas cuestiones que justifican a las mipymes como grandes dinamizadores de la economía, capaces de generar empleo y riquezas, y permiten contrastar la visión extendida de que son culpables de la inflación y las asimetrías sociales palpables en la actualidad. Ileana Díaz Fernández y Ricardo González Águila, profesores del Centro de Estudios de la Economía Cubana, aportan sus opiniones sobre estos temas.

Es cierto que las mipymes nacieron en un contexto económico desfavorable, marcado por la crisis económica internacional y por desequilibrios macroeconómicos internos, como una elevada inflación. La tarea ordenamiento tiene mucho que ver con ello. Pero en cambio no es verdad, como se insiste desde el régimen, que las mipymes ya estaban en la constitución de 2019. No hay una sola referencia a estas figuras, que ven la luz con el Decreto-ley 46 de 19 de agosto de 2021. Habría que preguntarse qué sucedió en esos dos años para que el régimen abriese las puertas a una figura que, salvando distancias, había eliminado de la economía cubana en 1968 con la llamada ofensiva revolucionaria.

Que nadie se equivoque. Las mipymes nacieron por voluntad política del régimen para introducirlas como nuevo actor del modelo económico cubano. Surgieron con un modelo operativo que las diferencia del resto del mundo, y es el gobierno quien tiene la última palabra, conculcando el derecho a la libre empresa que, ni de lejos, aparece en el ordenamiento constitucional comunista cubano. Además, el régimen no quiere que se asignen a las mipymes competencias que no le corresponden,

Hay mucha demagogia en todo lo relativo a las mipymes. Los datos se manipulan para presentar solamente una cara del proceso, por ejemplo, se informa de las mipymes creadas, pero no de las que desaparecen y ello, teniendo en cuenta la elevada mortandad que tienen estas empresas en sus primeros años de andadura. El régimen declara que dan empleo a 225 mil personas, una cifra realmente escasa si se compara con los casi 5 millones de ocupados.

De modo que, la tesis del régimen respecto de las mipymes es que estos actores existen, y deben seguir existiendo, porque dan dinamismo a la economía, pero es necesario que se integren más a la economía, que de conjunto con el sector estatal aporten a la sociedad. Integración y obediencia. Es decir, la posición es clara: no se quiere un sector privado que funcione de manera autónoma e independiente al predominio estatal.

Esta idea está anclada en la mente de los dirigentes. Las mipymes podrán existir si se ajustan al papel que tienen concedido, si conducen su participación a lo que tienen establecido. No basta con su capacidad para el desarrollo de los territorios, la producción o el empleo, deben cumplir con las norma.

En realidad, encadenar a la mipyme al entramado empresarial cubano es una tarea que está siendo complicada, porque predominan las decisiones basadas en criterios políticos e ideológicos, y no los empresariales. Un buen ejemplo, nadie puede negar que en todo el mundo se está defendiendo las alianzas público-privada en las economías, pero en Cuba son desconocidas. 

Además, eso es distinto de encadenar o hacer dependiente un segmento de la economía de otro. Incluso, las cadenas logísticas surgen para reducir costes, mejorar la calidad del producto, asegurar su suministro y aumentar la rentabilidad, pero este tipo de fórmulas en Cuba son inexistentes. El estado quiere encadenamientos en los que él asume la posición preeminente. La mipyme debe obedecer y cumplir.

En Cuba, las transacciones entre el sector estatal y privado no han alcanzado el dinamismo de otros países porque se han planteado con criterios políticos e ideológicos. Se debería apostar por la eficiencia, y para ello, nada más importante que la integración del sistema de precios que emplean ambos circuitos productivos. Se tiene que superar la brecha que existe, no solo en precios, sino en salarios, beneficios, productividad, entre los dos sistemas y esto no resulta posible con la aplicación de la planificación central. Si los precios deben servir para emitir señales hacia las empresas, el mercado debe pasar a ocupar su papel central como instrumento de asignación de recursos.

Empezaron diciendo que las mipymes solo importan y no exportan, por lo que no aportan divisas a las arcas del estado. Poco a poco ha comenzado una campaña de propaganda desde el régimen contra el éxito logrado por las mipymes. El ministro de economía, Alejandro Gil que está al frente de esa campaña, dijo en la Asamblea nacional que las mipymes habían importado alrededor de 166 millones de dólares en los primeros cuatro meses del año mientras que las formas de gestión no estatal, solo habían generado 4.788.500 dólares en exportaciones y 270.294.100 dólares en importaciones.

Estos datos deberían ser puestos en contexto con el resto de la economía cubana, donde lo habitual es que se exporte mucho menos que lo que se importa, como ocurre en las empresas estatales. De hecho, para la economía en su conjunto cada 1% de PIB el país necesita más del 30% de importaciones. Las mipymes acaban de empezar, llevan menos de dos años funcionando, qué menos que esperar a ver cómo evolucionan. Si las mipymes exportan cervezas, y no lúpulo y otros ingredientes para la fabricación del producto final en Cuba, es una cuestión distinta que merece especial atención, pero que no es responsabilidad de la mipyme.

Por otro lado, el régimen no tiene la menor intención de continuar exonerando el pago de impuestos a las micro, pequeñas y medianas empresas de nueva creación, tanto si se originan de una reconversión de Trabajadores por Cuenta Propia (TCP) como si son completamente nuevas. Atrás queda esta iniciativa que solo pretendía aumentar la recaudación tributaria y que puede acabar siendo un obstáculo para la creación de nuevas mipymes. Grave error. El potencial de crecimiento de las mipymes en los últimos años ha estado relacionado con ese entorno fiscal más favorable. Si cambia esta posibilidad, no se puede esperar nada bueno.

De igual modo, el régimen no ha perdido oportunidad para poner a amplios sectores de la población en contra de las mipymes, culpándolas de la inflación, cuando eso no es cierto.  La población parecía confiar en la capacidad de las mipymes para resolver los problemas de escasez de la economía. Y de hecho, una parte importante de la oferta de bienes actuales es comercializada por las mipymes, pero los precios son elevados por la escasez y los costes de importación derivados de un dólar muy caro. Sin embargo, no son suficiente para solucionar. Es evidente que las mipymes no pueden satisfacer todas las necesidades, lo cual parece razonable si se tiene en cuenta su baja participación en la economía. El régimen hace difícil la operativa de las mipymes y las distrae del objetivo principal de satisfacer las necesidades de los consumidores. Las mipymes caen en la misma red de ineficiencia que las empresas estatales.

 

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